Autor: Cesar Barrio Amorós
Taxonomía
La Taxonomía es la subciencia dentro de la biología que se encarga de clasificar los organismos vivientes. Para ello se debe aún echar mano de mecanismos adicionales, como el descubrimiento (de una especie nueva tanto en el campo como en un frasco de alcohol en un museo), el estudio que delimita las especies según sus características, la descripción per se, que actualmente engloba la integración de diferentes disciplinas (morfología, bioacústica, genética molecular) y la nomenclatura que tiene unas reglas fijas para poder nombrar las especies.
Venezuela me recibe y prepara
Desde muy jovencito soñaba con descubrir una especie nueva de anfibio o reptil, una ranita en la cumbre de una montaña, una culebra en la inmensidad del Amazonas, o una salamandra en los páramos andinos. Los primeros años después de mudarme de España a Venezuela, fueron fundamentales adquiriendo experiencia en esos nuevos hábitats, tan diferentes de los ibéricos. Selvas húmedas e intrincadas, montañas altísimas con cañones y quebradas repletas de vida, desiertos y sabanas. Venezuela me ofreció todo lo que un joven naturalista explorador requería, pues era uno de los países menos conocidos en cuanto a la herpetofauna, así que no fue muy difícil descubrir mi primera especie nueva. Lo complicado no era tanto el descubrirla, sino demostrar que era realmente nueva, diferente a las que ya se conocían. Y para ello, el aprendizaje empírico prosiguió por años, hasta conocer prácticamente toda la herpetofauna de un país con casi 800 especies. En diversas exploraciones y expediciones de múltiples rincones perdidos e inexplorados del país, tanto en los Andes, como en montañas costeras y muy especialmente, en los famosos tepuyes del sur de Venezuela, en unos 15 años, pude darme el gusto de descubrir unas 80 especies nuevas de anfibios y algunos reptiles. Y solo o con colaboradores, gracias al ingente trabajo de varias colecciones alojadas en Museos y Universidades del país, pude describir y dar nombre a 51 especies nuevas.
La importancia de las colecciones
Mucha gente me pregunta, ¿por qué se colectan animales para los museos? ¿Por qué los mismos científicos sacrifican ejemplares para un museo si nadie va visitarlo?
Para empezar, sí hay quien los visita, no los museos, sino las colecciones que suelen estar en áreas escondidas y protegidas, donde unos pocos curadores y académicos tienen acceso.
¿Por qué gastar dinero en mantener una colección de animales preservados en líquidos, cuando actualmente la tendencia es salvar al planeta de todo “ataque”?
Los museos y colecciones, pese a parecer obsoletos, mantienen una vital importancia para el conocimiento e investigación de la biodiversidad. Son reservorios de gran valor al salvaguardar cientos o miles de especies locales, nacionales o mundiales en su seno. Pero, ¿por qué salvaguardarlos si ya están muertos? Pues sencillamente porque al poseer animales preservados de diferentes momentos (algunos colectados en siglos pasados, otros hace poco tiempo) podemos estudiar no solo su biología, anatomía, morfología, fisiología, sino también sus enfermedades; y si la especie en cuestión se extingue por alguna razón, esos ejemplares serán invaluables para recoger toda la información posible de la especie, incluso preservar su ADN. Gracias a estas colecciones, se pueden comparar los ejemplares que se sospechan ser especies nuevas con otros de su mismo género. Contra más amplia y más especímenes contenga una colección, más importante ésta es.
Un ejemplo
La víbora de cuernitos o pestañas Bothriechis schlegelii, posee una distribución que va desde el sur de México hasta el noroeste de Perú. Es posiblemente la especie de serpiente más variable conocida, incluso en una sola localidad, pudiéndose presentar múltiples patrones de coloración. Por ello, no sorprendían hasta relativamente poco, las enormes diferencias en morfos que existen desde una punta a la otra de su distribución; aunque varios herpetólogos sagaces se habían percatado de que no sólo era la coloración, sino que las formas y tamaños cambiaban también. Eso hizo sospechar en un complejo de especies. ¿Cómo se aborda un problema de tal calibre? Pues primeramente, conformando un equipo de herpetólogos con una misma idea, que colaboren en diversos métodos y desde diferentes países. Se precisaban herpetólogos de todos o casi todos los países donde habita esta “especie”, y parte de la labor de cada uno era visitar las colecciones locales para tomar las medidas necesarias (morfología) y así formar una gran matriz de datos comparables. Igualmente, los museos ya suelen preservar también tejidos de los especímenes, que también pueden ser requeridos por investigadores para crear filogenias moleculares. Esa integración de métodos se denomina taxonomía integrativa, y en ello las colecciones son vitales. Gracias a los herpetólogos que pueden trabajar en dichas colecciones, se podrá dilucidar el misterio en una publicación arbitrada.
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