Mi historia personal con la rabia: de un Yaguarundí a una vacuna.
- Cristian Porras Ramírez
- 6 sept
- 19 Min. de lectura

Jamás me había vacunado contra la rabia porque pensaba que nunca la iba a necesitar. Sin embargo, recientemente tuve un incidente con un Yaguarundí en Guatemala que me hizo replantear mi percepción sobre las vacunas y las medidas preventivas que con frecuencia pasamos por alto en estas situaciones.
Por suerte, el neonato de Yaguarundí no parecía mostrar signos de rabia, pero esta experiencia me recordó una realidad dura: la rabia es uno de los virus más mortales de la historia humana, con una tasa de letalidad casi del 100% una vez que aparecen los síntomas clínicos. En otras palabras, si no se administra el tratamiento preventivo a tiempo, la supervivencia es casi imposible.
En Costa Rica, no se han reportado casos autóctonos de rabia humana desde hace décadas. De hecho, el último caso documentado de rabia canina data de 1987 y, desde entonces, no se han registrado casos humanos adquiridos localmente.
En el Neotrópico, los casos de rabia humana son raros, pero no inexistentes. Entre 2000 y 2022, se reportaron 339 casos de rabia humana transmitida por murciélagos hematófagos, con la región amazónica como uno de los focos más activos, donde los casos tienden a presentarse en brotes cíclicos.
Quienes trabajamos con vida silvestre en el Neotrópico —o en cualquier parte del mundo— deberíamos vacunarnos contra la rabia. Es algo en lo que a menudo no pensamos… pero en lo que definitivamente deberíamos pensar.

Origen histórico de la rabia
La rabia es una de las enfermedades infecciosas más antiguas reconocidas. Los registros históricos de una “locura” transmitida por mordeduras de animales datan de hace casi 4,000 años. Textos de la antigua Mesopotamia (circa 2300–2200 a. C.) describen perros rabiosos y establecen multas para los dueños que no evitaran las mordeduras. La propia palabra “rabia” proviene del latín rabere, que significa “enfurecerse”, en alusión a la agresión furiosa observada en animales rabiosos. En el siglo IV a. C., Aristóteles señaló que “si un perro rabioso muerde, todos los animales mordidos se vuelven rabiosos”, reconociendo así la transmisibilidad de la enfermedad. Relatos similares aparecen en textos médicos tempranos en todo el mundo; por ejemplo, un manuscrito indio del siglo I d. C. (Susruta Samhita) describe los síntomas de la rabia (a menudo llamada hidrofobia, o miedo al agua).
Durante la Edad Media, la rabia fue universalmente temida como una “maldición ancestral”, invariablemente mortal una vez que aparecían los síntomas. Un punto de inflexión llegó en 1885, cuando el científico francés Louis Pasteur desarrolló la primera vacuna efectiva contra la rabia. Pasteur salvó célebremente a un niño de 9 años, Joseph Meister, administrándole una serie de inoculaciones después de que el niño fuera mordido por un perro rabioso: el primer éxito conocido de tratamiento pos-exposición contra la rabia. Este avance inauguró la era de la prevención, transformando una maldición mortal en una enfermedad que podía controlarse con la ciencia.

Taxonomía y biología del virus
La rabia es causada por un virus del género Lyssavirus, de la familia Rhabdoviridae. El virus de la rabia (Rabies lyssavirus) tiene forma de bala y está envuelto; mide aproximadamente 75 nm de diámetro y 180 nm de largo. Posee un genoma de ARN monocatenario de sentido negativo de alrededor de 12,000 bases. Como sus parientes, codifica cinco proteínas principales, incluida una glucoproteína que le permite infectar células nerviosas. Existen numerosas especies de Lyssavirus —se han identificado más de 17— en murciélagos y otros mamíferos de todo el mundo. El virus de la rabia propiamente dicho (a veces llamado lyssavirus genotipo 1) es el más extendido y relevante, responsable de la gran mayoría de los casos en animales y humanos.
Todos los mamíferos son susceptibles a la infección por el virus de la rabia, que puede invadir el sistema nervioso central. Tras una exposición típica (como una mordedura), el virus viaja a lo largo de los nervios periféricos hacia el cerebro, un trayecto que puede durar semanas o meses. Una vez que llega al cerebro y se multiplica, causa encefalitis aguda —inflamación del cerebro— que, en última instancia, es letal. Importante: la rabia es zoonótica, es decir, puede transmitirse de animales a humanos. El virus circula en fauna silvestre y animales domésticos, por lo que su control implica tanto a la veterinaria como a la medicina humana.
Transmisión y síntomas en animales y humanos
La rabia se propaga principalmente a través de la saliva de animales infectados. Una mordedura de un animal rabioso es, con mucho, la vía más común de transmisión tanto a humanos como a otros animales. Arañazos o cualquier exposición de mucosas (ojos, boca) o de piel lesionada a saliva o tejido nervioso también pueden transmitir el virus. En el contexto de casos humanos, los perros domésticos son la fuente de infección en alrededor del 99% de los casos a nivel mundial, razón por la cual las mordeduras de perros son un foco central de la prevención.

Otros mamíferos también pueden transmitir la rabia: murciélagos, gatos, zorros, mapaches, mofetas, mangostas y otros carnívoros pueden albergar el virus. No se transmite a través de piel intacta ni por contacto casual (no se contrae por acariciar a un animal rabioso ni por su sangre, orina, etc.; el riesgo radica en el contacto de saliva/tejido nervioso con tus tejidos).
Si bien las mordeduras son la vía típica, han ocurrido algunos casos inusuales. Por ejemplo, inhalación del virus en cuevas con abundantes murciélagos, consumo de productos de animales infectados crudos o trasplantes de órganos de donantes con rabia no diagnosticada han derivado en infecciones en casos extremadamente raros. La transmisión directa de persona a persona (por mordeduras o saliva) es teóricamente posible, pero nunca se ha confirmado en casos documentados. En resumen, cualquier mordedura de mamífero que penetre la piel debe tratarse como una posible exposición a la rabia, especialmente si el animal se comporta de manera extraña o si la rabia ocurre en la región.
Síntomas
La rabia tiene un periodo de incubación que suele oscilar entre 2 y 3 meses en humanos, aunque puede ser tan corto como una semana o tan largo como un año. Al inicio, la persona o el animal infectado puede presentar síntomas generales y poco específicos: fatiga, fiebre, dolor de cabeza y, a veces, dolor u hormigueo en el sitio de la mordedura. Estos signos tempranos dificultan el diagnóstico clínico inicial en humanos. Conforme el virus progresa hacia el sistema nervioso central, aparecen síntomas neurológicos severos. En humanos, la rabia se manifiesta de dos formas:
Rabia furiosa: la forma clásica y más común (aprox. 80% de los casos en personas). Se caracteriza por hiperactividad, agitación extrema, confusión, alucinaciones y conducta agresiva. En esta fase se desarrollan espasmos de los músculos de la garganta que desencadenan hidrofobia, un síntoma infame en el que el paciente entra en pánico o se atraganta al ver agua y no puede beber. También puede presentarse aerofobia (temor a corrientes de aire) por la sensibilidad nerviosa. Otros signos incluyen salivación excesiva —la clásica “espuma en la boca”— y dificultad para tragar. Pueden ocurrir convulsiones o fasciculaciones, y se pierde la coordinación. Los animales con rabia furiosa a menudo muestran agresividad extrema o, paradójicamente, mansedumbre inusual; los animales silvestres pueden acercarse a humanos sin miedo. Esta fase es breve y grave: tras unos pocos días, el paciente entra en paro cardiorrespiratorio y muerte.
Rabia paralítica: una forma menos dramática (alrededor del 20% de los casos humanos), también llamada “rabia muda”. En lugar de hiperactividad, predomina la debilidad y la parálisis, que comienzan en el sitio de la mordedura y se diseminan gradualmente por el cuerpo. La víctima se torna letárgica, puede presentar confusión y finalmente cae en coma. Por carecer de los signos violentos, la rabia paralítica puede ser más difícil de reconocer; a veces se diagnostica erróneamente (por ejemplo, como síndrome de Guillain-Barré u otros trastornos neurológicos), contribuyendo al subregistro. No obstante, el desenlace es el mismo: tras un curso algo más prolongado que la rabia furiosa, la parálisis progresa hasta el coma y la muerte por insuficiencia respiratoria.
En animales, los signos reflejan los observados en humanos. Al inicio, un animal infectado puede parecer simplemente enfermo o alterado. Pronto aparecen síntomas neurológicos: los animales silvestres pueden perder su temor natural a los humanos, y mascotas normalmente amistosas pueden volverse tímidas o irritables. A medida que avanza, los animales suelen exhibir la forma furiosa (gruñidos, mordidas indiscriminadas, deambulación errática, mordisqueo al aire) o la forma paralítica (debilidad, incoordinación, hasta parálisis completa). Un síntoma comúnmente representado es la salivación excesiva y la espuma bucal, que se debe a espasmos faríngeos que impiden tragar, acumulando la saliva como espuma. Otros signos incluyen aullidos o vocalizaciones anormales, desorientación y convulsiones. Bovinos y caballos pueden mostrar bramidos extraños o agresión no provocada. En última instancia, un animal rabioso entra en coma y muere, por lo general dentro de una semana desde el inicio. Es importante recordar que no todos los animales rabiosos espuman por la boca o actúan agresivamente: la ausencia de esos signos no garantiza que un animal no sea infeccioso. Cualquier mamífero que se comporte de forma inusual (p. ej., un animal nocturno activo de día o un silvestre que se acerca a las personas) debe levantar sospechas.
Mortalidad casi del 100% en la rabia sintomática
La rabia es la enfermedad infecciosa más letal conocida. Una vez que el virus alcanza el sistema nervioso central de la víctima y comienzan los síntomas clínicos, la enfermedad es prácticamente 100% mortal. De hecho, tiene la tasa de letalidad más alta de cualquier enfermedad convencional: esencialmente, casi el 100% de las víctimas no vacunadas mueren tras la aparición de síntomas. Solo un puñado de personas en la historia han sobrevivido a la rabia tras el inicio de los síntomas, y esos casos involucraron cuidados médicos experimentales e intensivos (por ejemplo, el “protocolo de Milwaukee”) y a menudo dejaron secuelas neurológicas. En la práctica, no existe cura una vez que la enfermedad se manifiesta; el tratamiento en esa etapa es principalmente de soporte (cuidados paliativos). Esta realidad explica por qué la rabia se teme tanto y por qué la prevención es absolutamente crítica. El virus causa daño irreversible al cerebro y la médula espinal, conduciendo a delirio, convulsiones y muerte pese a cualquier intervención. Sin embargo —y esto es crucial— las muertes por rabia son completamente prevenibles si la persona expuesta recibe la atención adecuada antes de que comiencen los síntomas. La siguiente sección explica cómo la vacunación oportuna puede evitar esta tragedia.

Estadísticas globales y neotropicales de la rabia
La rabia representa una amenaza de salud pública en todos los continentes habitados (está presente en más de 150 países) y causa decenas de miles de muertes humanas cada año. Un dato central citado por la OMS es aproximadamente 59,000 muertes humanas anuales por rabia, aunque podría estar subestimado por el deficiente reporte en algunas áreas. La carga se concentra abrumadoramente en regiones en desarrollo de Asia y África, que representan alrededor del 95% de las muertes humanas. Dentro de estas comunidades, los niños son especialmente vulnerables: aproximadamente el 40% de las víctimas de rabia son menores de 15 años, más propensos a acercarse a animales y menos capaces de reportar mordeduras leves. El costo económico también es enorme, estimado en alrededor de 8.6 mil millones de USD por año a nivel global, al considerar atención sanitaria, ingresos perdidos y campañas de vacunación canina (sin contar el trauma emocional incalculable). Pese a estas cifras, la rabia sigue siendo una enfermedad tropical desatendida en muchas áreas, lo que significa que históricamente ha recibido menos atención y financiamiento en relación con su impacto.
América Latina (región neotropical). Las Américas han logrado grandes avances en el control de la rabia, particularmente la forma canina (transmitida por perros). Gracias a campañas de vacunación y salud pública desde la década de 1980, América Latina ha visto una reducción del 95% en casos de rabia humana y canina en las últimas décadas. En 1983, se lanzó un programa internacional (respaldado por la OPS) para eliminar la rabia humana transmitida por perros, con resultados notables. Para 2017, toda la región de América Latina y el Caribe registró solo 19 casos humanos en el año, y se concentraron en cuatro países (Bolivia, Guatemala, Haití y República Dominicana). La gran mayoría de países de Centro y Sudamérica reportaron cero casos humanos y cero casos caninos ese año, lo que resalta la efectividad de la vacunación y el control de animales vagabundos para casi eliminar la rabia canina. Para 2018, la rabia canina seguía siendo endémica solo en esos cuatro países, mientras que la mayoría de las demás naciones latinoamericanas la habían eliminado o reducido a incidentes esporádicos y aislados (algunos países como Brasil, Cuba y Perú reportan ocasionalmente un perro rabioso, pero constituyen una fracción mínima). Este éxito regional se considera un modelo de control, demostrando que la vacunación masiva de perros —cubriendo al menos ~70–80% de los canes en zonas de riesgo— puede romper el ciclo de transmisión hacia humanos, dado que históricamente los perros han sido el principal vector. A medida que la rabia canina disminuye, la mayoría de los casos humanos restantes en las Américas se deben ahora a exposiciones a fauna silvestre (especialmente murciélagos). En general, la región avanza hacia la meta de cero muertes humanas por rabia transmitida por perros. Las autoridades sanitarias continúan vacunando a millones de perros cada año y asegurando el acceso a tratamiento pos-exposición para las víctimas de mordeduras, con el fin de mantener los logros y alcanzar la eliminación total de la rabia canina.
(Como referencia, muchas otras partes del mundo también han erradicado la rabia canina: por ejemplo, Estados Unidos y Canadá están libres de rabia canina desde hace décadas; Europa occidental eliminó la rabia canina a finales del siglo XX; y países como Japón, Corea del Sur y algunas naciones insulares están libres de rabia. Estas regiones se mantienen vigilantes, pues la rabia puede reingresar mediante importación de animales o fauna silvestre, lo que exige vigilancia continua y vacunación de mascotas).
Importancia de la vacunación y del tratamiento oportuno (pre y pos-exposición)
La rabia es prevenible mediante vacunación —tanto en animales como en humanos—. Las vacunas modernas de cultivo celular son seguras y eficaces, y su uso estratégico es la piedra angular del control. En humanos, hay dos contextos principales:
Profilaxis previa a la exposición (PrEP). Es una vacunación preventiva administrada antes de cualquier exposición, recomendada para personas con alto riesgo de encontrarse con la rabia. La PrEP suele consistir en una serie de dos o tres dosis que preparan al sistema inmunitario contra el virus. Se aconseja a trabajadores de laboratorio que manipulan virus de rabia, veterinarios y manejadores de animales, investigadores de fauna, guardaparques y otros profesionales expuestos. También se recomienda a viajeros que pasan largo tiempo en áreas rurales endémicas o a personas que viven en regiones remotas con acceso limitado a tratamiento pos-mordedura. La PrEP no garantiza que no se vaya a contraer rabia si ocurre una mordedura, pero mejora significativamente la capacidad del organismo para neutralizar el virus con rapidez. De hecho, si una persona con PrEP es mordida, aún necesita tratamiento pos-exposición, pero el protocolo se simplifica (menos dosis y sin necesidad de inmunoglobulina). En esencia, la PrEP gana tiempo crítico y un margen extra de seguridad, lo que puede ser vital en zonas alejadas de centros médicos.
Profilaxis posterior a la exposición (PEP). Es el tratamiento de urgencia administrado después de una mordedura u otra exposición sospechosa. Si se aplica con prontitud (idealmente dentro de horas o pocos días tras la exposición, y antes de que inicien los síntomas), la PEP es casi 100% efectiva para evitar que el virus se establezca. Incluye: (1) lavado minucioso de la herida de inmediato —enjuagar el sitio de la mordedura con agua y jabón (y a menudo con una solución de yodo o alcohol) durante al menos 15 minutos para retirar e inactivar la mayor cantidad posible de virus—; (2) una serie de vacunas antirrábicas (programa de un par de semanas, por vía intramuscular o intradérmica, usando vacunas precalificadas por la OMS); y (3) en casos de exposición grave (p. ej., múltiples mordeduras, mordeduras en cabeza/cuello, o personas inmunodeprimidas), administración de inmunoglobulina antirrábica (RIG), inyectada alrededor de la herida y en músculo, que proporciona inmunidad pasiva inmediata mientras se activa la respuesta inmunitaria propia. En conjunto, estas medidas detienen al virus antes de que alcance el cerebro. Conviene insistir: la rabia puede evitarse si la PEP se aplica a tiempo. Por ello, cualquiera que sea mordido o arañado por un animal en una región con rabia debe buscar atención médica de inmediato para evaluación y PEP. La OMS recomienda no perder ninguna oportunidad de administrar PEP; incluso si han pasado meses desde una mordedura riesgosa, en algunos casos puede considerarse el tratamiento. Gracias a la PEP, se salvan decenas de miles de personas cada año. Sin embargo, persisten desafíos: en algunas zonas en desarrollo, el acceso a las vacunas y a la RIG —costosas— es limitado, y no todos los pacientes conocen la necesidad de tratarse. La educación pública sobre qué hacer tras una mordedura (lavado de la herida y consulta inmediata) es clave. En los últimos años, la OMS ha promovido estrategias de PEP más económicas, como administrar la vacuna por vía intradérmica en lugar de intramuscular, lo que reduce la cantidad por dosis con igual eficacia; esto ayuda a ampliar el acceso en regiones con menos recursos.
En el ámbito veterinario, la vacunación de animales (especialmente perros) es fundamental. La vacunación masiva canina crea un “escudo” de inmunidad colectiva que reduce drásticamente la transmisión a humanos. En muchos países, se exige vacunar a los perros cada año o cada dos años. Vacunar fauna silvestre es más complejo, pero en algunos casos se distribuyen cebos con vacuna oral para controlar la rabia en carnívoros silvestres (por ejemplo, campañas que han eliminado la rabia del zorro en gran parte de Europa occidental). La vacunación animal, junto con la PEP en humanos, constituye una estrategia de dos frentes: detener el virus en su fuente animal y brindar una red de seguridad para las exposiciones humanas que ocurran.
La rabia en Costa Rica y regiones que eliminaron la rabia canina
Costa Rica ofrece un caso ejemplar de control. Este país centroamericano eliminó la rabia transmitida por perros hace décadas mediante rigurosas campañas de vacunación y medidas de salud pública. El último caso humano por mordedura de perro en Costa Rica se reportó a finales de la década de 1970. Desde entonces, la rabia en animales domésticos se ha controlado eficazmente: durante más de 40 años, la rabia canina no ha sido un problema de salud pública en el país. Los ministerios de Salud y Agricultura (con apoyo de la OPS) implementaron vacunación canina rutinaria y vigilancia desde la década de 1970, logrando una de las eliminaciones nacionales más tempranas en las Américas. Como resultado, toda una generación ha crecido sin temer perros rabiosos en las calles.
Sin embargo, la historia no terminó en los 70. Como en muchos países con rabia canina controlada, la preocupación restante se trasladó a los reservorios silvestres. El principal culpable en Costa Rica (y buena parte de América Latina) es el murciélago vampiro común (Desmodus rotundus). Estos murciélagos, que se alimentan de sangre de ganado y ocasionalmente de humanos, pueden portar rabia y transmitirla a otros animales. Costa Rica sigue experimentando brotes ocasionales en bovinos y otros animales por mordeduras de vampiros. Entre 1985 y 2014, por ejemplo, se documentaron más de 70 brotes de rabia bovina en el país, con 723 muertes de ganado: una carga significativa para los ganaderos de ciertas regiones. Todos esos brotes se atribuyeron a murciélagos vampiros como la fuente de infección. La respuesta ha incluido vacunar al ganado en zonas de alto riesgo e incluso realizar controles focalizados de poblaciones de murciélagos en torno a áreas afectadas. También ha habido raros desbordes a otra fauna silvestre y a mascotas no vacunadas; por ejemplo, se confirmó un Yaguarundí (un felino silvestre) rabioso en una zona rural del país, ilustrando que carnívoros silvestres también pueden afectarse por variantes de murciélagos. (Un Yaguarundí en Brasil también fue hallado rabioso en 2024, mostrando que estos eventos son posibles donde la rabia circula en la vida silvestre).
Crucialmente, Costa Rica ha tenido muy pocos casos humanos en décadas, gracias a la eliminación de la rabia canina y a la disponibilidad de PEP. Tras los años 70, el país pasó más de 30 años sin casos humanos. Luego, en 2001, dos personas en un área remota murieron de rabia: casos inusuales causados por una variante asociada a murciélagos, marcando el fin de una ausencia de 31 años. Las investigaciones hallaron que probablemente un murciélago vampiro transmitió el virus a un gato doméstico, que luego mordió a las víctimas. Más recientemente, en 2014 ocurrió otro caso humano aislado (un niño que falleció tras la mordedura de un murciélago en un área rural), lo que muestra la necesidad continua de vigilancia. La buena noticia es que estos casos siguen siendo extremadamente raros: el sistema de salud pública responde con rapidez a exposiciones a murciélagos, y las personas en riesgo (espeleólogos, investigadores de murciélagos, comunidades rurales específicas) reciben educación sobre la rabia y la PEP. El logro de Costa Rica refleja el de otros países que han eliminado la rabia canina y demuestra que, con voluntad política, campañas coordinadas y participación comunitaria, la rabia puede relegarse a los márgenes silvestres.
Otras regiones. Muchas partes del mundo han eliminado o reducido drásticamente la rabia canina, históricamente responsable de la mayoría de los casos humanos. Para 2018, las Américas estaban cerca del estatus libre de rabia canina: solo cuatro países (Bolivia, Guatemala, Haití y República Dominicana) mantenían transmisión sostenida en perros, y aun así con cifras muy inferiores a las del pasado. En Europa, la rabia canina fue erradicada en el occidente y centro a inicios de los 2000, gracias a vacunación obligatoria de mascotas y programas de vacunación oral de fauna (para evitar que los zorros reinfectaran a los perros). Norteamérica (EE. UU. y Canadá) está libre de rabia autóctona en perros desde la década de 1950 en Canadá y desde 2007 en EE. UU., aunque mantienen controles estrictos de importación y vacunación oral continua de reservorios silvestres. Asia y África —donde la carga es mayor— desarrollan campañas masivas de vacunación canina inspiradas en el modelo de las Américas, si bien desafíos como las poblaciones de perros callejeros y las limitaciones de recursos ralentizan el progreso. Países como México y Sri Lanka han sido declarados libres de rabia transmitida por perros, evidenciando avances. Lograr y sostener la eliminación requiere esfuerzo constante: si la vacunación decae, hay riesgo de reaparición por poblaciones caninas sin control o por ingreso de animales infectados. La cooperación internacional y la vigilancia son esenciales. La OMS, junto con FAO y WOAH, impulsa el plan global “Cero para 2030” para terminar con las muertes humanas por rabia canina para ese año. Los países que ya eliminaron la rabia canina —como Costa Rica— ofrecen lecciones valiosas (p. ej., la importancia del involucramiento comunitario y financiamiento sostenido).
Reservorios silvestres y consideraciones de conservación
A medida que la rabia canina se controla en muchas áreas, la fauna silvestre se convierte en el foco principal de la epidemiología y plantea nuevos desafíos. La rabia se mantiene en la naturaleza gracias a ciertas especies silvestres que actúan como reservorios: el virus puede circular indefinidamente en esas poblaciones. El ejemplo más destacado a nivel global son los murciélagos. Numerosas especies albergan sus propias variantes de virus relacionados con la rabia (lyssavirus). En las Américas, los murciélagos hematófagos —especialmente el murciélago vampiro— son hoy la principal fuente de infecciones humanas, dado que la transmisión por perros ha disminuido. Mordeduras de murciélagos (a menudo cuando las personas duermen o al ingresar en cuevas) han causado brotes de rabia de alto perfil en áreas remotas de América Latina; por ejemplo, en comunidades amazónicas donde los vampiros se alimentaron de personas por la noche. En Norteamérica, donde no hay vampiros, los murciélagos insectívoros también son portadores: la mayoría de los casos humanos recientes se han atribuido a cepas de murciélago. Incluso en Australia y partes de Europa —tradicionalmente consideradas libres de rabia en animales terrestres— han emergido lyssavirus asociados a murciélagos, provocando raros casos humanos y motivando advertencias para no manipular murciélagos.
Además de los murciélagos, la fauna terrestre mantiene ciclos de rabia en muchas regiones. Ejemplos clásicos: zorros en Europa y partes de Asia; chacales en zonas de África; mapaches y mofetas en Norteamérica; mangostas en el Caribe. En Estados Unidos, los mapaches del este vivieron una larga epizootia de rabia a fines del siglo XX, y Texas ha tenido enzootias en mofetas y zorros. En América Latina, aparte de murciélagos, aparecen casos en carnívoros silvestres como coyotes, zorros y pequeños felinos. Ya mencionamos que un Yaguarundí en Brasil fue diagnosticado con rabia. Aunque no es frecuente, esto subraya que cualquier carnívoro mamífero puede integrarse al ciclo “silvestre” si el virus está presente en el ecosistema. Los ciclos silvestres a veces se derraman hacia animales domésticos: por ejemplo, en África, carnívoros salvajes rabiosos pueden transmitir el virus a perros no vacunados o a ganado.
Desde la conservación, la rabia presenta una doble cara. Por un lado, amenaza especies en peligro: el lobo etíope, uno de los cánidos más raros del mundo, ha sufrido descensos poblacionales por rabia introducida por perros domésticos. Conservacionistas han aplicado vacunación de emergencia en lobos etíopes y perros salvajes africanos para salvar esas especies. Por otro lado, medidas tradicionales de control (como matanzas indiscriminadas de fauna) pueden chocar con objetivos de conservación, dañar poblaciones y desestabilizar ecosistemas. Matar murciélagos o zorros en masa no es humano ni ecológicamente sólido, y puede no ser eficaz a largo plazo. Una vía exitosa ha sido el uso de vacunas orales para fauna: Europa y Norteamérica desplegaron cebos con vacuna para inmunizar zorros, mapaches y otros carnívoros, reduciendo mucho —y en algunos sitios eliminando— la rabia sin necesidad de sacrificios. En América Latina, se desarrollan estrategias específicas para murciélagos vampiros (por ejemplo, aplicar un gel tópico con vacuna o anticoagulante sobre murciélagos, que luego se autodifunden por acicalamiento). Estas metodologías buscan controlar el virus en su fuente natural, protegiendo tanto a animales como a personas.
Otra estrategia vital es el enfoque Una Sola Salud (One Health), que reconoce la interconexión entre la salud humana, animal y ambiental. La rabia es un ejemplo claro: requiere colaboración entre veterinarios, médicos, biólogos de fauna, ecólogos y comunidades. Un programa One Health puede combinar vacunación masiva de perros (para proteger a humanos), vacunación de ganado y mejoras en corrales (para proteger del ataque de murciélagos), estudios ecológicos sobre comportamiento de murciélagos y campañas públicas sobre prevención de mordeduras. Organismos internacionales promueven explícitamente este marco para la eliminación de la rabia hacia 2030, reconociendo que ningún sector puede resolverlo por sí solo. Al vigilar la rabia en fauna, vacunar animales en riesgo (mascotas y ganado) y garantizar que las personas expuestas reciban PEP, mantenemos a raya el riesgo sin menoscabar la biodiversidad. La educación también es clave para reducir la matanza indiscriminada por miedo: p. ej., enseñar que los murciélagos son importantes para el ecosistema (polinizan plantas y controlan insectos) y que el riesgo de rabia puede gestionarse sin erradicar colonias. En suma, la rabia silvestre es un desafío constante, pero manejable mediante investigación, innovación en vacunas y cooperación intersectorial.
Conclusión para personas que trabajan con animales
La rabia es una de las enfermedades más antiguas y mortales conocidas, pero también 100% prevenible con la medicina moderna. Para quienes trabajamos o interactuamos con animales domésticos, fauna silvestre o ganado, el riesgo de exposición es mayor y la prevención debe ser una prioridad absoluta.
La vacunación previa (PrEP) es altamente recomendada para veterinarios, ganaderos, investigadores, cuidadores de fauna y personal de campo, ya que permite una respuesta más rápida y eficaz en caso de exposición. Además, conocer y aplicar correctamente los protocolos de profilaxis post-exposición (PEP) es esencial: lavar la herida de inmediato, buscar atención médica y recibir la vacuna puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte.
Las personas que trabajan en contacto con murciélagos, zorros, felinos silvestres, jaguarundís, mapaches, monos o perros callejeros deben estar especialmente atentas, ya que muchas especies actúan como reservorios naturales del virus.
Recordemos que la rabia es casi 100% mortal una vez que aparecen los síntomas, pero también casi 100% prevenible si se actúa a tiempo. Cada campaña de vacunación, cada animal inmunizado y cada herida tratada correctamente son pasos hacia un futuro sin muertes por rabia.
Protegerse a uno mismo es también proteger a las comunidades y a los ecosistemas. Bajo el enfoque One Health, la salud humana, animal y ambiental están interconectadas. La prevención no es solo una responsabilidad personal, sino un compromiso colectivo con la conservación, la ciencia y la vida.
Fuentes
Tarantola, A. et al. (2017). Four Thousand Years of Concepts Relating to Rabies in Animals and Humans. Trop. Med. Infect. Dis. 2(5): 5. (Historia de la rabia) — clinmedjournals.org
Stanford Environmental Health & Safety — Rabies Virus Fact Sheet (Clasificación y estructura del virus) — ehs.stanford.edu
Bernal León, E. et al. (2021). Rabies in Costa Rica – Controlling Bat-Borne Rabies after Dog Rabies Elimination. Yale J. Biol. Med. 94(2): 311–329. (Situación en Costa Rica) — pubmed.ncbi.nlm.nih.gov
Organización Mundial de la Salud (OMS) — Rabies: Key Facts (junio 2024). (Estadísticas globales, transmisión, letalidad, prevención) — who.int
Organización Panamericana de la Salud (OPS) — Rabies in the Americas (comunicado, 21 sep 2018). (Logros y datos en AL) — paho.org
Rushford Health Library — Rabies (2024). (Síntomas en animales y personas, lenguaje claro) — rushford.org
BMC Veterinary Research (2019) — Brotes de rabia bovina en Costa Rica. (Datos de rabia transmitida por murciélagos a ganado) — bmcvetres.biomedcentral.com
CDC — Badilla X. et al. (2003). Human Rabies: A Reemerging Disease in Costa Rica? Emerg. Infect. Dis. 9(6): 721–723. (Casos de 2001 en CR) — stacks.cdc.gov
OMS — Zero by 30: Global Strategic Plan for Rabies (2018). (Meta de eliminación) — clinmedjournals.org
Referencias adicionales: Informes de la OMS (Consulta de Expertos en Rabia); CDC Rabies Clinical Overview — who.int; y fuentes epidemiológicas sobre rabia en fauna (p. ej., Soares et al., 2024 — rabia en Yaguarundí) — agris.fao.org
Comentarios